La capacidad de adivinar el futuro, también llamada precognic
ión o premonición, es uno de ellos.
Dejar de lado estos fenómenos fue un error de la ciencia durante mucho tiempo: uno de esos errores que omitían la importancia de indagar en cuestiones de carácter místico y mitológico que han estado presentes en todas las culturas, y cuya explicación científica no sólo es factible, sino que su estudio es importante más allá de si son verificables.
Porque lo místico es algo sin pretensiones de verdad: un recurso intuitivo más cercano al arte y a la creación espontánea, un fermento de la cultura y la vida misma, y que ahora podría ser un fermento de avances científicos insospechados.
¿Cómo funciona la precognición según la neurociencia?
Sabemos que el cerebro y el organismo forman un mecanismo complejo, aún misterioso en muchos sentidos. Pero la neurociencia se ha encargado de desvanecer diversas falacias respecto a esta machina de sugerentes capacidades, cuyos límites no conocemos. Atrás quedó el mito de las diferencias entre los hemisferios del cerebro, o la teoría –antes contundente– de que el número de neuronas es la base de la inteligencia.Dejar atrás ciertos prejuicios ha hecho que la ciencia amplíe sus horizontes, al grado de que ha sido capaz de indagar en lo que antes desdeñaba. Un estudio publicado en Frontiers in Human Neuroscience lo demuestra, pues en el mismo se ahonda sobre las actividades cognitivas anticipatorias del organismo y sus posibles implicaciones.
Experimentos como este –y muchos otros que han tenido lugar las últimas décadas– han indicado que el cuerpo humano puede, de hecho, detectar de manera aleatoria estímulos que ocurrirán entre 1 y 10 segundos después. Es decir: tiene una habilidad precognitiva real.
La cognición es el acto de conocer: algo que se hace a nivel cognitivo y que involucra a todo nuestro organismo, especialmente el sistema nervioso autónomo (encargado de controlar las funciones involuntarias), el sentido del tacto y algunos órganos. Sin esto, no seríamos capaces de razonar.
La conclusión de los experimentos es que el fenómeno de la precognición es tan real como la cognición misma; pero su complejo funcionamiento es lo que mantiene la cuestión todavía como un relativo misterio. La psicología, por su parte, atribuye la precognición al inconsciente y a habilidades intuitivas relacionadas con él.
Lo que la comunidad científica se pregunta es si en un futuro será posible encontrar métodos para que la precognición no ocurra sólo a nivel inconsciente. Pero algo es seguro: si las investigaciones neurocientíficas y psicológicas siguen abordando lo que está lejos de lo meramente supersticioso o paranormal, como la precognición, es probable que evolucionemos nuestro cerebro a grados insospechados.
Porque no cabe duda de que la vida es un proceso multidimensional, multifacético, que fluye en distintos planos (los sueños son un ejemplo de ello). Por eso, más allá de la verificación científica, lo místico tiene un papel cultural clave: hay una lógica en ello que no debe ser objeto de desprecio, sino de un tipo de pasión y curiosidad más cercanas a la alquimia y a la joie de vivre. Algo que, para nuestra clarividente fortuna, la ciencia parece haber entendido.
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